Existe un error, muy
                  extendido y arraigado; es el gran error tocante a la
                  controversia creación/evolución. Este
                  error es la falsa creencia popular de que la
                  teoría de la evolución es resultado de
                  una ciencia pura, prístina, objetiva. Nada hay
                  más alejado de la realidad. Entre los
                  coetáneos de Darwin se discutían
                  ampliamente puntos de vista alternativos acerca de los
                  orígenes, como la creación,
                  evolución teísta e incluso nacimientos
                  monstruosos. En la actualidad, el único punto
                  de vista al que se le da una consideración
                  seria en los libros de texto y la mayoría de
                  las publicaciones periódicas es la
                  evolución atea, lo que perpetúa el gran
                  error. El evolucionismo ateo no llegó a ser
                  ortodoxo debido a que fuese probado y las otras
                  posturas refutadas, sino debido a los dos epistemas
                  opuestos que existen tocantes a la metodología
                  científica.
                Un epistema
                  es el «a priori histórico que en
                  una época determinada delimita un campo de
                  conocimiento en la totalidad de la experiencia
                  ...» Dicho en otras palabras, es un punto de
                  vista para un determinado período de tiempo. Un
                  epistema es similar a pero más amplio que el
                  paradigma de Thomas S. Kuhn, lo cual es «una
                  síntesis de suficiente mérito
                  científico para apartar a los profesionales de
                  teorías rivales y que funciona como fuente de
                  futuros métodos, planteamientos y
                  problemas».1 Los dos epistemas
                  en cuestión son el epistema de la ciencia
                  creacionista, y el epistema de la ciencia positiva.
                El epistema de la ciencia creacionista
                  enfatiza la mente, el propósito y el designio
                  en la naturaleza, mientras que el epistema de la
                  ciencia positiva mantiene que el conocimiento
                  científico es «... la única forma
                  válida de conocimiento y se limita a las leyes
                  de la naturaleza y a los procesos que involucran
                  exclusivamente causas "secundarias" o
                  naturales.»2 El epistema de la
                  ciencia positiva «excluye a Dios del universo de
                  manera abierta y consciente».3
                  Gillespie describe la rivalidad entre las dos ciencias
                  como sigue:
                
                  Aquellos que argumentan que no
                    hubo una verdadera guerra entre la ciencia y la
                    religión en el siglo diecinueve ignoran la
                    presencia de estas dos ciencias. La vieja ciencia
                    estaba basada en la teología; la nueva era
                    positiva. La vieja había alcanzado los
                    límites de su desarrollo; la nueva estaba
                    haciendo preguntas que la vieja no podía ni
                    incorporar ni responder. La nueva tuvo que romper
                    con la teología, o hacerla un factor neutro
                    en su entendimiento del cosmos, para poder erigir
                    una ciencia que pudiese responder a preguntas acerca
                    de la naturaleza en términos
                    metodológicamente uniformes. Sus lemas eran
                    la uniformidad de ley, de operación y de
                    método. La vieja ciencia invocaba la voluntad
                    divina como explicación de lo desconocido; la
                    nueva ciencia postulaba leyes aún no
                    descubiertas. La vieja inhibía el crecimiento
                    debido a que era improbable que tales misterios
                    fuesen jamás clarificados; la nueva dejaba
                    abierta la esperanza de que lo serían.4
                
                Desafortunadamente
                  para los proponentes de la ciencia positiva,
                  sencillamente hay demasiados científicos
                  creacionistas en la historia de la ciencia que han
                  hecho numerosos descubrimientos y contribuciones al
                  conocimiento científico para que afirmaciones
                  como las de la anterior cita se puedan mantener.
                Los positivistas
                  querrían hacernos creer que el epistema de la
                  ciencia positiva beneficia a la ciencia. El
                  propósito de la ciencia, dentro de sus
                  limitaciones, es el de investigar y hacer
                  declaraciones veraces acerca de nuestro medio. En
                  cuanto al origen de la vida, a no ser que alguien
                  llegue a observar la evolución de una planta o
                  animal a otra clase de planta o animal, la
                  evolución ha de permanecer siendo
                  teoría. Pero al insistir en la exclusión
                  de la creación específica o de cualquier
                  otra alternativa, los evolucionistas de la ciencia
                  positiva han destruido su objetividad y el mismo
                  propósito de la ciencia misma en su
                  relación con la cuestión del origen de
                  la vida. La ciencia positiva es en realidad una
                  política prejuiciada de exclusión que
                  limita las capacidades de investigación de la
                  ciencia y del currículo educativo a una
                  creencia en la evolución. 
                 
                
                  
                  
                  «No es por sus
                        conclusiones, sino
                      por su punto de partida metodológico por lo que la ciencia moderna excluye
                        la creación directa. Nuestra metodología no
                      sería honesta si negase este hecho. No poseemos pruebas positivas del
                        origen inorgánico de la vida ni de la
                        primitiva ascendencia del hombre, tal vez ni
                        siquiera de la evolución misma, si
                        queremos ser pedantes».
                        ...
                        
                        »Todavía no entendemos demasiado
                        bien las causas de la evolución, pero
                        tenemos muy pocas dudas en cuanto al hecho de la
                        evolución; ... ¿Cuáles son
                        las razones para esta creencia general? En la
                        última lección las formulé
                        negativamente; no sabemos cómo
                        podría la vida, en su forma actual, haber
                        venido a la existencia por otro camino. Esa formulación deja
                      silenciosamente a un lado cualquier posible origen
                      sobrenatural de la vida;
                        así es la fe en la ciencia de nuestro
                        tiempo, que todos compartimos».
                Weizsäcker,
                      C. F. von, La importancia de la ciencia
                      (Barcelona, Ed. Labor, Nueva Colección
                      Labor nº 27, 1972), págs. 125, 131.
                      
                    
                
                  
                
                Si en realidad el
                  epistema es la misma teoría, entonces esto
                  explica las técnicas anticientíficas que
                  se emplean para apoyar la teoría de la
                  evolución: p.e., el extravagante empleo de
                  analogías, que en realidad tienen bien poco
                  valor científico, la insistencia en concebir la
                  selección natural en términos
                  metafóricos y no literales (naturalmente, las
                  metáforas están fuera del ámbito
                  de la ciencia), en extrapolar la microevolución
                  a macroevolución, el prejuicio dominante en
                  todas las interpretaciones de la evidencia acerca del
                  origen de la vida, y la técnica de inmunizar la
                  teoría de la evolución contra toda
                  refutación introduciendo hipótesis
                  subsidiarias para racionalizar y neutralizar hechos
                  contradictorios. Como, por ejemplo, los esfuerzos por
                  explicar la ausencia de los fósiles
                  intermedios, un hecho que fue reconocido incluso antes
                  que fuese escrito El Origen de las
                    Especies.
                 
                
                  La Era Victoriana
                
                Los
                  autores proevolucionistas parecen esforzarse en omitir
                  toda consideración de las condiciones
                  socioeconómicas en la época de la
                  publicación de El Origen de las Especies.
                  Los lectores reciben la impresión de que el
                  entorno social de la época era irrelevante, y
                  que el epistema de la ciencia positiva es el resultado
                  «de la pura razón intocada por el
                  mundo».5 Yo estoy convencido de
                  todo lo contrario — de que la revolución
                  científica y tecnológica que
                  experimentó la Era Victoriana tuvo una
                  importancia transcendente para el desarrollo del
                  epistema de la ciencia positiva. Iría
                  más lejos, y diría que la teoría
                  de la evolución, y el positivismo que
                  ésta demanda, son un producto directo de lo que
                  hoy es generalmente designado como la
                  revolución industrial o científica. La
                  revolución industrial hizo que la actitud del
                  público fuese favorable a un epistema
                  prejuiciado. El factor de éxito para la
                  teoría de la evolución no fue la
                  evidencia convincente ni lo riguroso de la
                  teoría, sino el sueño utópico de
                  un nuevo mundo forjado por la ciencia. Este
                  sueño que casi todos compartían
                  llevó al público a una mentalidad
                  ingenua; ¿no había sido la teoría
                  de la evolución emitida bajo los auspicios de
                  la ciencia? ¿No son los científicos los
                  grandes benefactores de nuestro tiempo? ¿No es
                  infalible el método científico? Pocas
                  veces en la historia de la humanidad había
                  subido tan rápidamente el poder y el prestigio
                  de una fraternidad, y ello hasta tales alturas de
                  vértigo, como el de la comunidad
                  científica. Las impresiones de Macaulay, el
                  destacado historiador científico, son descritas
                  así:
                
                  
                    - Macaulay estaba lleno de admiración por
                      la
                      revolución científica de la que fue
                      testigo a principios
                      del siglo diecinueve, y en esto, como en tantas
                      cosas, fue producto
                      típico de su época. Para él,
                      lo mismo que para
                      otros, entonces como ahora, «ciencia»
                      era sólo en
                      parte empirismo, una manera de contemplar los
                      datos. De manera
                      más inmediata, más tangible,
                      «ciencia»
                      significaba los resultados secundarios del
                      método: los productos
                      de la tecnología. Durante el largo reinado
                      de la Reina Victoria,
                      la «ciencia» transformó muchas
                      de las condiciones de
                      la vida de la gente. El primer ferrocarril se
                      construyó en
                      Inglaterra en 1825, cuando Victoria era una
                      niñita; antes de
                      esto, la máxima velocidad para el viaje en
                      tierra era para el
                      inglés más avanzado la misma que
                      había sido para
                      los Césares y los Faraones —la velocidad
                      del caballo. Pero antes
                      que muriese la Reina y Emperatriz, se
                      habían construido casi
                      todas las líneas férreas actualmente
                      existentes en Gran
                      Bretaña: la «ciencia»
                      había iniciado aquella
                      liberación del hombre del músculo
                      animal, aquella
                      aceleración hacia velocidades inconcebibles
                      que es tan
                      característica de nuestra propia edad y que
                      sigue siendo tan
                      impresionante para nosotros como lo era para los
                      Victorianos. 
 
                    -      Impresionante:
                      «la ciencia hacía cosas,
                      hacía que las cosas funcionasen. El
                      temperamento británico, práctico,
                      empírico, positivista, quedó
                      fascinado. Mientras Victoria ocupaba el trono,
                      comenzó el servicio de vapores
                      transatlánticos; las máquinas
                      movidas por electricidad revolucionaron la
                      industria; el telégrafo vino a ser un
                      instrumento práctico y se desarrolló
                      el teléfono; se produjeron la
                      lámpara eléctrica y el
                      automóvil. Ocho años antes de la
                      publicación de El Origen, los
                      Victorianos celebraron el Progreso en la
                      primera feria universal, en el fabuloso Palacio de
                      Cristal, donde Macaulay se sintió tan
                      reverente como en la Basílica de San Pedro.
                      La «ciencia» hacía que
                      sucediesen cosas; podía predecir su
                      ocurrencia; su éxito eliminaba toda duda. A
                      muchos les parecía, en aquel tiempo,
                      definitiva y clara. Se podía poner en ella
                      toda la confianza.6 
 
                  
                
                Los sociólogos
                  inmediatamente reconocieron las implicaciones
                  filosóficas de la teoría y comenzaron a
                  presentarla al público sobre esta base. Y para
                  la mayoría de la gente, la cuestión de
                  la validez científica de la teoría
                  llegó a perderse y permanece perdida en sus
                  consecuencias filosóficas.
                La teoría de la
                  evolución surgió, se supone, de la
                  ciencia, y por la ciencia ha de mantenerse o caer, y
                  sin embargo pronto sucedió que la teoría
                  vino a ser más bien un concepto ético,
                  social y filosófico que pronto impregnó
                  todos los aspectos de la cultura occidental.
                
                  Persuasiva porque la
                    «ciencia» era
                    persuasiva, la evolución vino a ser un lema
                    del período
                    Victoriano tardío. Para finales del siglo
                    pasado, apenas si
                    había algún campo del pensamiento que
                    no hubiese quedado
                    fertilizado por el «nuevo» concepto. Los
                    historiadores
                    habían comenzado a contemplar el pasado como
                    «un organismo
                    viviente»; los teóricos legales
                    estudiaban las leyes como
                    una institución social en desarrollo; los
                    críticos
                    examinaban la evolución de los estilos
                    literarios; los
                    antropólogos y los sociólogos
                    invocaban la
                    «selección natural» en sus
                    estudios de las formas
                    sociales; los apologistas de los ricos demostraban
                    que los pobres son
                    los «no aptos», y que era inevitable la
                    marcha del Progreso
                    bajo la guía de los «aptos»; los
                    novelistas
                    «observaban» a sus personajes al ir
                    evolucionando de una
                    manera «empírica», y los poetas
                    cantaban himnos a
                    una fuerza vital creadora.7 
                
                Los darwinistas
                  sociales se convirtieron así en un inesperado y
                  poderoso aliado de los evolucionistas. Los temas de
                  difusión social, ética y
                  filosófica propagados por la teoría de
                  la evolución y vigorizados por el sentimiento
                  abrumador de reverencia de los Victorianos delante de
                  la ciencia vinieron a ser la principal defensa de la
                  teoría de la evolución. George Bernard
                  Shaw dijo con sinceridad que
                
                  Nunca en la historia, por lo que
                    podamos saber, se dio un intento tan decidido, tan
                    bien financiado y tan políticamente
                    organizado para persuadir a la raza humana de que
                    todo progreso, toda prosperidad, toda
                    salvación, individual y social,
                    dependía de un conflicto sin frenos por el
                    alimento y el dinero, de la supresión y
                    eliminación de los débiles por parte
                    de los fuertes, de la Libertad de Comercio, de la
                    Libertad de Contratación, de la Libre
                    Competencia, de la Libertad Natural, del Laissez
                      Faire: en resumen, de «derribar al
                    otro» con toda impunidad ...8
                
                Charles
                  S. Pierce llegó a una conclusión similar
                  de que la hipótesis de Darwin no estaba ni
                  cerca de ser confirmada, sino que la favorable
                  recepción que obtuvo «se debió
                  claramente, en una gran medida, a que sus ideas eran
                  aquellas a las que su siglo estaba favorablemente
                  dispuesto, y de manera especial por el aliento que dio
                  a la filosofía de la codicia».9
                La
                  teoría llegó a quedar, en gran medida,
                  exenta de responsabilidad ante la comunidad
                  científica que la había producido. La
                  teoría de la evolución fue remolcada a
                  la aceptación cogida de la mano del epistema de
                  la ciencia positiva. El nuevo materialismo de la
                  época necesitaba una explicación
                  materialista del origen de la vida. Por ello, sin
                  importar cuántos hechos contradijesen a la
                  evolución, sin embargo tenía que ser
                  aceptada porque la alternativa era la creación,
                  y la creación era contraria al positivismo. En
                  otras palabras, los evolucionistas tienen la capacidad
                  mental de ser fieles al positivismo en tanto que son
                  infieles a la ciencia, pero dando todo el tiempo la
                  impresión de que son los grandes defensores y
                  amantes de la ciencia. Por ejemplo, «Joseph
                  LeConte creía en la evolución a pesar de
                  lo que él consideraba el veredicto adverso de
                  la geología, porque todo lo que la ciencia
                  conocía eran "causas y procesos secundarios" de
                  ocurrencia regular; y para él esto significaba
                  evolución».10
                 
                
                  El prejuicio de los fundadores de la
                    teoría de la evolución
                
                Hay evidencias de que
                  el principal atractivo de la teoría de la
                  evolución para algunos de los fundadores no es
                  su condición de científica, sino el
                  efecto negativo que tiene sobre la religión
                  organizada. La teoría de la evolución
                  fue considerada como una forma de impulsar su
                  filosofía mientras que disminuía la
                  influencia de la religión.
                Edwin
                  G. Conklin, que fue profesor de biología en la
                  Universidad de Princeton, admitió abiertamente
                  que «el concepto de evolución
                  orgánica es muy apreciado por los
                  biólogos, para muchos de los cuales es objeto
                  de una devoción religiosa genuina, porque lo
                  consideran como el supremo principio integrador. Esta
                  es probablemente la razón de que la rigurosa
                  crítica metodológica aplicada en otras
                  áreas de la biología no ha sido
                  aún aplicada a la especulación
                  evolucionista».11
                Como
                  ejemplo de ello se puede señalar a T. H.
                  Huxley. Huxley fue el autoproclamado enseñante
                  de la teoría en Inglaterra. Asumió
                  presentar la teoría al público con una
                  serie de artículos y conferencias.
                  Personalmente, consideraba la teoría de Darwin
                  como meramente «una hipótesis de
                  trabajo», lo cual es una posición
                  más bien baja; una hipótesis es
                  considerada como algo menos que una teoría. Sin
                  embargo, se dice que le dijo a su mujer: «Para
                  el viernes que viene, todos se quedarán
                  convencidos de que son monos.»12
                  ¿A qué se debe esta
                  contradicción? ¿Por qué este
                  deseo de convencer a un público maravillado de
                  que la posición de una teoría es algo
                  más que una «hipótesis de
                  trabajo»? Quizá su pensamiento estaba
                  influido por su bien conocida hostilidad contra la
                  religión.
                John
                  Dewey, uno de los fundadores del movimiento educativo
                  progresista, reconocía que «la nueva
                  lógica de Darwin elimina la búsqueda de
                  orígenes y finalidades de carácter
                  absoluto, a fin de explorar valores específicos
                  y las condiciones específicas que los generan.
                  Esta ha sido la mayor consecuencia común de El
                    Origen.»13
                La exclusión de la
                  teología y el concepto de creación
                  específica fue considerado por algunos como la
                  gran virtud de la teoría de la
                  evolución. Julian Huxley, nieto de T. H. Huxley
                  y uno de los principales portavoces de la
                  teoría, declaró «que él era
                  ateo, y que el gran logro de Darwin fue eliminar de la
                  esfera de la discusión racional toda la idea de
                  Dios como creador de organismos».14
                  En la misma línea, Ludwig Plate, un defensor
                  alemán de la teoría, explica que
                  «en su opinión, el más grande
                  servicio de Darwin reside en el hecho de que
                  buscó explicar la finalidad de los organismos
                  mediante las fuerzas naturales, excluyendo todo
                  principio metafísico operando con una
                  inteligencia consciente».15 
                Ernest
                  Haeckel, el promotor alemán de la
                  teoría, reaccionó de manera similar
                  cuando para él «el cristianismo
                  quedó suplantado por una adoración de la
                  humanidad en general combinada con el entusiasmo por
                  las mentes ilustradas de la antigüedad
                  clásica y el odio contra la reacción
                  eclesiástica ...»16
                Finalmente,
                  John A. Moore, el actual portavoz del evolucionismo
                  (que no debe ser confundido con John N. Moore, un
                  conocido creacionista) parece hacerse eco de los
                  fundadores acerca del epistema de la ciencia positiva
                  cuando, en un artículo en The American
                    Biology Teacher, se lamenta de las
                  estadísticas que indican que «entre los
                  jóvenes de 16 a 18 años, el 71 por
                  ciento creen en la ESP [percepción
                  extrasensorial], el 64 por ciento en ángeles, y
                  el 28 por ciento en fantasmas».17
                  Parece creer que es responsabilidad de la
                  educación secundaria erradicar la creencia en
                  lo paranormal y lo sobrenatural, y que las escuelas
                  públicas han fracasado en esta responsabilidad.
                  Las lamentaciones de Moore son contrarias a la
                  realidad. No creo que haya una mayoría de
                  padres que deseen que sus hijos no crean en lo
                  sobrenatural. Ni la mayoría de los educadores
                  creen que es responsabilidad suya adoctrinar a los
                  estudiantes a creer sólo aquello que sea pueda
                  explicar científicamente. Quizá la
                  preocupación de los evolucionistas respecto a
                  lo sobrenatural es que en tanto que haya gente que
                  crea en ello habrá algunos que crean en la
                  creación.
                No quiero decir con
                  eso que todos los que aceptan la teoría de la
                  evolución como explicación del origen de
                  la vida comparten la misma hostilidad contra la
                  teología que manifestaban Haeckel y Huxley,
                  pero sí creo que la mayoría de ellos
                  están convencidos de que el epistema de la
                  ciencia positiva está justificado, y por
                  consiguiente que su objetividad está
                  comprometida. El fondo de todo esto es que una
                  teoría científica debería
                  mantenerse o caer por sus méritos
                  científicos y que no se debería mantener
                  sobre sus ramificaciones filosóficas o sobre un
                  epistema prejuiciado.
                En
                  ocasiones, el positivismo es descrito con el
                  equívoco nombre de Doctrina de la Neutralidad
                  de la Ciencia. Chauncey Wright, un profesor ocasional
                  de matemáticas en Harvard, recibe el
                  crédito de esta idea. Se interesó en
                  evolución poco después de la
                  publicación de El Origen, hasta el
                  punto de que tuvo una correspondencia personal con
                  Darwin y publicó artículos en defensa de
                  la teoría. La doctrina de Wright de la
                  «neutralidad» demandaba de los
                  investigadores que se liberasen del dominio de
                  sistemas apriorísticos y que
                  mantuviesen en todo tiempo separados los sentimientos
                  éticos del conocimiento científico. De
                  este modo, el darwinismo era una teoría
                  científica de la biología, una
                  hipótesis que no tenía necesariamente
                  efectos causales sobre las cuestiones religiosas,
                  filosóficas o sociales. Además, la
                  teoría de la evolución debía
                  presentarse «sin contemplación alguna por
                  ninguna consideración que pudiese producir
                  innecesarios e injustificados "conflictos" con la
                  religión.»18 A primera
                  vista, el concepto de la neutralidad parece algo
                  lógico y aceptable, hasta que uno se da cuenta
                  de que si no podemos considerar los orígenes
                  desde una perspectiva teísta, entonces debemos
                  necesariamente, por falta de alternativa,
                  considerarlos sólo de una perspectiva
                  materialista. La Doctrina de la Neutralidad de la
                  Ciencia es en realidad una licencia a considerar la
                  evidencia científica para el origen de la vida
                  sólo desde una creencia a priori en la
                  evolución.
                 
                
                 
                A primera vista, el concepto de la
                        neutralidad parece algo lógico y
                        aceptable, hasta que uno se da cuenta de que si
                        no podemos considerar los orígenes desde
                        una perspectiva teísta, entonces debemos
                        necesariamente, por falta de alternativa,
                        considerarlos sólo de una perspectiva
                        materialista. La Doctrina de la Neutralidad de
                        la Ciencia es en realidad una licencia a
                        considerar la evidencia científica para
                        el origen de la vida sólo desde una
                        creencia a priori en la evolución.
                 
                
                  
 
                
                  
                    El dogma evolucionista
                
                Quizá
                  sería útil exhibir cómo el
                  positivismo prejuicia la evidencia y el
                  currículo académico. Analicemos la
                  anatomía comparativa, una de las áreas
                  de estudio que se supone que suministran las
                  hipótesis que componen la teoría, y
                  quizá una de las más impresionantes
                  cuando se considera exclusivamente desde el prejuicio
                  evolucionista. La anatomía comparada significa
                  comparar partes del cuerpo, y, según la
                  creencia evolucionista, esto significa que cada vez
                  que se observan similitudes entre plantas o entre
                  animales, se toma como indicación de que
                  tuvieron un antecesor evolutivo común. Es muy
                  convincente ver imágenes de las similitudes
                  esqueletales de una tortuga y del ser humano, por
                  ejemplo, e interpretar las similitudes como
                  significando que evolucionaron desde un antecesor
                  común. De lo que el estudioso a menudo deja de
                  darse cuenta es que se pueden comparar las partes del
                  cuerpo hasta el nivel molecular, pero que esto nunca
                  nos dirá cómo se originaron estos
                  organismos. En otras palabras: la anatomía
                  comparada es útil sólo en tanto que el
                  observador suponga la evolución a priori.
                  No hay prueba que demuestre la interpretación
                  evolutiva en la anatomía comparada. Otras
                  hipótesis no susceptibles de ensayo en el
                  montón de hipótesis que componen la
                  teoría de la evolución se encuentran la
                  distribución geográfica, la
                  embriología y los órganos vestigiales.
                  Los evolucionistas, como los pioneros filósofos
                  naturalistas del pasado, cometen el fallo de no
                  distinguir entre hipótesis falsables y no
                  falsables. Darwin mismo admitió, en una carta a
                  Asa Gray: «Soy bien consciente de que mis
                  especulaciones van mucho más allá de los
                  límites de la verdadera ciencia.»19 La historia de la ciencia revela
                  la larga lucha entre los que descuidarían y
                  desenfatizarían la experimentación para
                  someter hipótesis a prueba, y aquellos que le
                  darían énfasis.
                Ritterbush, al describir a los
                  naturalistas del siglo dieciocho, informa que
                  «aunque se invocaba la autoridad de la ciencia
                  en favor de ellos, los conceptos reflejaban un
                  entendimiento impropio de la naturaleza
                  orgánica, que iban mucho más allá
                  de la evidencia dados para ellos, y que demasiadas
                  veces llevaban a los naturalistas a descuidar la
                  observación y la experimentación en
                  favor de conceptos abstractos».20
                  También los describe como prefiriendo una
                  ilimitada
                  explicación basada en especulaciones antes que
                  explicaciones
                  limitadas basadas en la experimentación. En una
                  línea
                  similar, Nordenskiold observa que «durante el
                  reinado de la
                  filosofía natural romántica, las
                  condiciones eran
                  diferentes; los representantes de aquella escuela, que
                  se imaginaban
                  que podían resolver todos los enigmas de la
                  existencia mediante
                  la especulación, se burlaban a fondo de los
                  experimentos, que
                  consideraban que llevaban a infructíferos
                  artificios».21
                En
                  cambio, Leonardo da Vinci, famoso por sus logros
                  científicos así como artísticos,
                  insistía en la experimentación:
                  «Si la experiencia falla en confirmar la
                  hipótesis, ésta ha de ser abandonada; y
                  aparte de una confirmación experimental
                  positiva, carece de valor.»22
                  René Descartes, reformador científico
                  del siglo
                  diecisiete, insistía en que las
                  hipótesis «... han
                  de recibir una demostración convincente y
                  completa antes de ser
                  apropiadamente admitidas como conclusiones
                  científicamente
                  válidas».23 Roger Bacon
                  «... vio con claridad el valor del método
                  experimental como el único camino a la
                  certidumbre».24 Bacon
                  vivió en el siglo trece y fue un pionero en
                  proponer la experimentación para poner las
                  hipótesis a prueba. (A veces es suficiente con
                  la observación crítica —no con la
                  especulación— como experimento o prueba.)
                  Pasando hacia el presente, Dellow declara que
                  «... el experimento es el árbitro
                  definitivo».25 Vemos
                  así una unidad de pensamiento que abarca unos
                  setecientos años.
                Finalmente,
                  Sir Karl Popper avanza la cuestión un paso
                  más al
                  observar lo evidente: «Una teoría que no
                  es refutable por
                  ningún acontecimiento concebible no es
                  científica.»
                  Y, «... el criterio de la condición
                  científica de
                  una teoría es su falsabilidad, o refutabilidad,
                  o
                  susceptibilidad de ser puesta a prueba».26 También apremia a los
                  investigadores a «probar una y otra vez de
                  formular las
                  teorías que mantenéis y criticarlas. E
                  intentad erigir
                  teorías alternativas —alternativas incluso a
                  aquellas
                  teorías que os parezcan innegables; porque
                  sólo de esta
                  manera comprenderéis las teorías que
                  mantenéis.
                  Siempre que una teoría os parezca la
                  única posible, tomad
                  esto como señal de que no habéis
                  comprendido la
                  teoría ni el problema que tiene la
                  intención de
                  resolver».27
                Así, hemos
                  visto que las hipótesis no susceptibles de
                  prueba no se encuentran siquiera en el reino de la
                  ciencia, y que se debería siempre dar
                  consideración a hipótesis alternativas.
                  Las alternativas introducirán el escepticismo,
                  el precursor de la objetividad. Pero si las
                  hipótesis no susceptibles de prueba no son
                  científicas, ¿cuál es su
                  posición? Se trata de enunciados de creencia
                  basada en un cierto conjunto de hechos influidos por
                  la filosofía, religión o
                  intuición personales del investigador. Otros
                  con una diferente filosofía, religión o
                  intuición pueden contemplar el mismo conjunto
                  de hechos de una manera totalmente diferente.
                Las interpretaciones
                  creacionistas alternativas de la evidencia
                  servirían para eliminar la teoría del
                  ámbito del dogma científico. ¿Por
                  qué no considerar la creación? La
                  réplica creacionista a la interpretación
                  evolucionista de la anatomía comparada
                  sería: ¿Y qué si se observan
                  similitudes? Es de esperar que haya similitudes entre
                  los organismos en base de una suposición a
                    priori de creación. Uno no
                  esperaría necesariamente que cada clase de
                  organismo, todos ellos viviendo en la misma biosfera,
                  fuesen inequívocamente diferentes en todos los
                  detalles de toda otra clase de organismo. No hay
                  ensayo para poner a prueba la interpretación
                  evolucionista ni la creacionista para la
                  anatomía comparada. Por consiguiente, no
                  demuestra nada, por cuanto da apoyo a ambas creencias.
                  ¿Puede censurarse la interpretación
                  creacionista, cuando la interpretación
                  evolucionista es evidentemente igualmente
                  cuestión de creencia personal?
                 
                
                 
                ... en una conversación con el
                        Duque de Argyll, que le comentó a Darwin
                        que «era imposible contemplar los
                        numerosos inventos en la naturaleza y no ver que
                        su causa residía en la
                        inteligencia», Darwin «lo
                        miró con mucha dureza y dijo: "Bueno,
                        esto me viene a veces con una fuerza abrumadora;
                        pero en otras ocasiones —y aquí
                        sacudió la cabeza vagamente, y
                        añadió— parece
                        desvanecerse".»
                 
                
                  
 
                
                  
                    La confusión de Darwin
                
                Probablemente, nadie ha estado
                  más confundido acerca de la cuestión del
                  origen de la vida que Charles Darwin. Él,
                  naturalmente, rechazó la idea de la
                  creación, e incluso llegó al extremo de
                  formular «pruebas» que, para él,
                  refutaban la creación. Por ejemplo, Dios
                  sólo habría creado especies tajantemente
                  separadas: no habría dejado la posibilidad del
                  hibridismo.28 Dios no habría
                  creado órganos rudimentarios.29
                  Dios no habría creado orquídeas con una
                  «diversidad tan sin fin de estructura»
                  simplemente para conseguir la fertilización.30 Dios habría creado los
                  animales ciegos de las cavernas de Europa y
                  América de modo que se pareciesen
                  estrechamente, debido a sus idénticas
                  condiciones de vida; en lugar de esto, no están
                  relacionados de cerca.31 Dios no
                  habría creado plantas tan pródigas en la
                  cantidad de polen que producen — cuando sólo
                  una pequeña cantidad del mismo se emplea en la
                  fertilización.32 Bueno, lo
                  que estos pintorescos «ensayos» nos dicen,
                  naturalmente, es cómo Darwin habría
                  creado o no. Aparentemente, el epistema de la ciencia
                  positiva sí que permite la consideración
                  de la creación, pero sólo si se
                  considera en un contexto negativo.
                Darwin rechazó
                  también la evolución teísta o
                  dirigida, la idea
                  mantenida por algunos de sus coetáneos de que
                  el proceso
                  evolutivo estaba de alguna manera bajo la
                  dirección de Dios. Su
                  razón para rechazar la evolución
                  teísta era que
                  «era sólo una forma disfrazada de
                  creación
                  especial»:
                
                  Rechazo del todo, porque a mi
                    juicio es totalmente innecesaria, toda
                    adición subsiguiente de «nuevos
                    poderes, atributos y fuerzas»; o de
                    ningún «principio de mejora»,
                    excepto en cuanto a que todo carácter que es
                    seleccionado naturalmente o preservado es de alguna
                    manera una ventaja o mejora, o en caso contrario no
                    habría sido seleccionada. Si estuviese
                    convencido de que precisaba de tales adiciones a la
                    teoría de la selección natural, la
                    rechazaría como basura ... No daría
                    nada por la teoría de la Selección
                    Natural, si precisa de adiciones milagrosas en
                    cualquier etapa de la descendencia.33
                
                Darwin tuvo que
                  rechazar la evolución teísta porque iba
                  en contra del epistema de la ciencia positiva en
                  cuanto que dejaba de «ateizar el
                  universo». Además, hacía superfluo
                  su mecanismo para la evolución: la
                  selección natural. Si las variaciones y/o la
                  selección estaban preordenadas, no había
                  razón para siquiera considerar el mecanismo. La
                  evolución venía a ser simplemente una
                  versión ralentizada de la creación. 
                El rechazo de la
                  creación especial y de la evolución
                  teísta nos llevan a la única optativa
                  que queda — a la evolución teísta o
                  atea, que es lo que se enseña en los libros de
                  texto típicos. Uno pensaría que
                  ahí debe ser donde estaba Darwin. Pero no,
                  también encontramos que rechazaba el azar. En
                  una carta a Asa Gray escribía:
                
                  Me duele decirle que honradamente
                    no puedo ir tan lejos como usted acerca del
                    Designio. Soy consciente de que estoy en un embrollo
                    irresoluble. No puedo creer que el mundo tal como lo
                    vemos sea resultado del azar; sin embargo, no puedo
                    contemplar cada cosa separada como resultado del
                    Designio.34
                
                Más
                  tarde en su vida, en una conversación con el
                  Duque de Argyll, que le comentó a Darwin que
                  «era imposible contemplar los numerosos inventos
                  en la naturaleza y no ver que su causa residía
                  en la inteligencia», Darwin «lo
                  miró con mucha dureza y dijo: "Bueno, esto me
                  viene a veces con una fuerza abrumadora; pero en otras
                  ocasiones —y aquí sacudió la cabeza
                  vagamente, y añadió— parece
                  desvanecerse".»35
                Habiendo rechazado la
                  creación, la evolución teísta o
                  dirigida, y la evolución atea o al azar, Darwin
                  parece haberse encontrado en un embrollo sin salida
                  acerca de la cuestión del origen de la vida.
                  Gillespie concluye que murió con algún
                  vago concepto de teísmo. Parece razonable que
                  si se enseña la teoría de Darwin, su
                  confusión acerca de esta cuestión
                  debería también formar parte del
                  currículo académico. 
                
                  
                    Las actitudes actuales
                
                La generación
                  Victoriana ha pasado ya hace mucho tiempo, y la
                  nuestra ha venido a ser el hastiado heredero de una
                  revolución científica de la que algunos
                  aspectos inspiran temor y pavor en lugar de la antigua
                  confianza. La ciencia y la tecnología son
                  contemplados ahora desde los ceñudos ojos de
                  los que han descubierto sus «ocultos
                  gusanos», principalmente en forma de la
                  degradación ambiental y de los peligros
                  sanitarios. La nueva actitud del público hacia
                  la ciencia y la tecnología queda claramente
                  expuesta en un reciente número de Science:
                
                  
                    - De importancia para el futuro de la ciencia y de
                      la tecnología es el hecho de que de alguna
                      manera el público ha perdido confianza en
                      el valor final de la empresa científica. No
                      se trata de que tengan en menor estima a la
                      ciencia pura o a los científicos. Pero hay
                      menos seguridad de que la investigación
                      científica dé inevitablemente
                      beneficios públicos. 
 
                    -      Por
                      primera vez en siglos, hay personas reflexivas que
                      no están moralmente seguras de que ni
                      siquiera nuestros mayores logros sean de veras
                      progreso. Para algunos filósofos ya no
                      está claro que el conocimiento objetivo sea
                      un bien incuestionable.36 
 
                  
                
                En un ensayo en la
                  revista Time titulado «Science: No
                  Longer a Sacred Cow» [La ciencia: ya no
                  más una vaca sagrada], el autor señalaba
                  las exploraciones lunares como el gran epílogo
                  en el continuo ascenso del prestigio de la ciencia.
                  Contrastemos unos extractos del ensayo de Time
                  con la descripción de Macaulay de la ciencia y
                  tecnología citados más arriba:
                
                  
                    - Y desde luego, abajo se fue su prestigio. Y en
                      su lugar se ha suscitado una nueva actitud
                      pública que parece la antítesis de
                      la anterior maravilla. Aquella maravilla ha dejado
                      paso a un nuevo escepticismo, la adulación
                      ha dejado paso a las diatribas. Para aturdimiento
                      de gran parte de la comunidad científica,
                      sus triunfos del pasado han sido rebajados, y el
                      entusiasmo popular por nuevos logros como
                      fotografías de Marte parece desvanecerse
                      con las palabras finales de las noticias de la
                      noche. Las promesas de la ciencia y de la
                      tecnología para el futuro, en lugar de ser
                      bien acogidas como heraldos de la Utopía,
                      parecen ahora a menudo ser amenazas. Los temores
                      de que la manipulación genética
                      puedan producir un Germen Aniquilador, por
                      ejemplo, preocupan a muchos americanos, junto con
                      el temor de que los estampidos sónicos de
                      los jets supersónicos puedan añadir
                      un horrendo ruido a los peligros que ya cargan a
                      la atmósfera (los escapes de los
                      automóviles, los freones, el estroncio 90).
                    
 
                    -      El nuevo
                      escepticismo se puede ver y oír en el
                      surgimiento de una renovada disposición a
                      retar a los depositarios de nuestro conocimiento
                      técnico sobre su propio terreno. Se
                      presenta de su manera más abierta en la
                      campaña ecologista y en la rebelión
                      de los consumidores, pero también
                      está en juego en un campo más
                      amplio. Se aplica la luz pública y el calor
                      político a los ingenieros de
                      automoción de Detroit, que durante
                      generaciones han pasado sus productos a un
                      público conformista. Incluye las protestas
                      contra la situación de pantanos masivamente
                      certificados por la ciencia, disputas abiertas
                      sobre la validez real de medicinas
                      científicamente aprobadas y la
                      disposición creciente de los pacientes a
                      poner pleito a los médicos para que den
                      cuenta de sus errores en los tratamientos. La
                      ciencia y la tecnología, en cierto sentido,
                      ha sido degradada de su posición de
                      semidiosa. El público actual se une, de una
                      manera desordenada, alrededor del concepto que
                      Hans J, Morgenthau expresó en Science:
                        Servant or Master? [La ciencia:
                      ¿Sierva o Ama?]: «El monopolio de las
                      respuestas a las preguntas del futuro por parte
                      del científico es un mito.» 
 
                    -      El
                      desvanecimiento de esta mitología es el
                      resultado de la gradual toma de conciencia por
                      parte de los americanos de que las maravillas de
                      ensueño de la ciencia y la
                      tecnología se transforman a veces en
                      errores de pesadilla. Los detergentes que limpian
                      los platos pueden matar ríos. Los
                      colorantes que hermosean el alimento pueden causar
                      cáncer. Las píldoras que posibilitan
                      el sexo sin riesgo pueden causar peligrosas
                      complicaciones a la salud. El DDT, los ciclamatos,
                      la talidomida y los estrógenos son
                      sólo algunas de las bendiciones
                      equívocas que, juntas, han enseñado
                      una cosa al lego: Que las verdades prometedoras de
                      la ciencia y de la tecnología vienen a
                      menudo con gusanos escondidos.37
                    
 
                  
                
                
                  
                    El papel de la educación
                
                Ha llegado el momento
                  de despejar el gran error y de rechazar el epistema de
                  la ciencia positiva. Es hora de que la
                  educación establezca su propio criterio acerca
                  del currículo evolucionista. Darwin el
                  científico no es apto como Darwin el maestro.
                  El criterio que Darwin empleó para desarrollar
                  su teoría no está a la par como criterio
                  para enseñar la teoría. En otras
                  palabras: en educación, el positivismo es
                  adoctrinamiento.
                A
                  continuación doy algunos de los objetivos
                  curriculares que he desarrollado a lo largo de un
                  período de diez años; sirven para
                  eliminar la teoría de la evolución del
                  ámbito del dogma científico, a fin de
                  poder enseñar en lugar de adoctrinar. Para
                  empezar, las multitudes de hipótesis que se
                  encuentran en el típico libro de texto, la
                  mayoría de las cuales empleó Darwin en El
                    Origen, deberían clasificarse bajo los
                  encabezamientos de hipótesis susceptibles de
                  ensayo y no susceptibles de ensayo. Las
                  hipótesis básicas quedarían luego
                  clasificadas tal como se muestra en la Tabla
                    1.
                Un educador no
                  necesita enseñar ningún relato
                  particular de la creación, lo que probablemente
                  demandaría la enseñanza de todos los
                  relatos de la creación. La creación
                  debería ser considerada sólo en
                  relación con la evidencia científica
                  presentada en apoyo de la evolución, sin
                  ninguna elaboración teológica. Cuando se
                  haga así, se hará evidente para los
                  estudiantes que los libros de texto están
                  prejuiciados y que las hipótesis no
                  susceptibles de ensayo pueden ser interpretadas de
                  manera satisfactoria a la luz de la creación.
                  Una consideración creacionista de las
                  hipótesis no susceptibles de ensayo elimina en
                  el acto a la teoría del ámbito del dogma
                  científico. Esto es, naturalmente, contrario al
                  epistema positivista, porque ya no ateíza el
                  universo, pero la educación ha de rechazar el
                  positivismo.
                Tocante a las
                  hipótesis susceptibles de ensayo, se debe
                  considerar lo impensable: ¿Pasa la
                  teoría de la evolución los ensayos o los
                  falla? En la mayor parte de los casos, el ensayo se
                  reduce a un examen crítico de nuestro medio.
                  Por ejemplo, Darwin nunca observó la
                  selección natural, y en El Origen se
                  vio obligado a emplear ejemplos imaginarios. Si la
                  selección natural no se observa, ¿por
                  qué no?
                La pregunta de si la
                  teoría evolucionista pasa la prueba o no se
                  basa en la siguiente alternativa: Para hablar en
                  términos comunes, el fondo en la teoría
                  de la evolución es que el azar puede crear un
                  diseño inteligente: eso es lo que se
                  enseña en los típicos libros de texto.
                  La alternativa es que nuestra capacidad de razonar
                  como seres humanos es resultado de una creación
                  y no del azar. Recordemos también que la
                  ciencia es básicamente un proceso de
                  razonamiento. Si eso es así, quiere decir que
                  toda teoría científica que niegue la
                  existencia de Dios tendrá que ser irracional,
                  acientífica, y de alguna u otra manera
                  susceptible de refutación. La alternativa
                  creacionista —a diferencia de la evolución o
                  del dogma— demanda que hagamos preguntas
                  fundamentales.
                
                  
                    Conclusión
                
                El espacio disponible
                  no nos permite un análisis de las
                  hipótesis. Lo que quiero exponer es que se debe
                  hacer una distinción entre las hipótesis
                  susceptibles de prueba y las que no lo son, y que se
                  admita la consideración de la creación.
                  Mi experiencia personal de incluir la creación
                  como alternativa indica que los padres han rechazado
                  el positivismo y su prejuiciada política de
                  exclusión. Los educadores han de estar
                  dispuestos a hacer lo mismo. La vieja y retorcida
                  lógica del positivismo de que la
                  evolución ha de ser aceptada porque está
                  prohibido considerar las alternativas no tiene lugar
                  en la educación. Para los que están
                  filosóficamente comprometidos con la
                  teoría de la evolución, el problema es
                  evidente: deben decidir si pueden poner las normas del
                  rigor académico por encima de las creencias
                  personales o no.
                 
                Tabla
                          1.
                        Contraste de hipótesis susceptibles de
                        ensayo y no susceptibles de ensayo
                    
                  
                  
                    
                      
                        | 
                           Hipótesis
                                susceptibles de ensayo  
                         | 
                        
                           Hipótesis no
                                susceptibles de ensayo  
                         | 
                      
                      
                        | 
                                Selección
                              natural  
                         | 
                        
                                Anatomía
                              comparada  
                         | 
                      
                      
                        | 
                                Selección
                              artificial  
                         | 
                        
                                Distribución
                              geográfica  
                         | 
                      
                      
                        | 
                                Mutaciones
                           
                         | 
                        
                                Embriología
                           
                         | 
                      
                      
                        | 
                                Registro
                              fósil  
                         | 
                        
                                Órganos
                              vestigiales  
                         | 
                      
                    
                  
                  
 
                
                  * Este artículo
                      comenzó como una reseña del libro Charles Darwin and
                        the Problem of Creation [Charles Darwin y
                      el problema de la creación], de Neal C.
                      Gillespie, pero debido a que este libro trataba de
                      cuestiones que yo estaba investigando,
                      resultó en un artículo incorporando
                      una reseña. Aunque Gillespie no observa
                      esto explícitamente, su libro confirma lo
                      que yo había estado ya sospechando, y es
                      que el epistema de la ciencia positiva es la
                      teoría de la evolución. El epistema
                      de la ciencia positiva es sencillamente una manera
                      educada de describir un prejuicio contra cualquier
                      creencia en lo sobrenatural. En otras palabras, la
                      teoría de la evolución no existe
                      para explicar el origen de la vida, sino para
                      hacer respetable y aceptable este prejuicio.
                  Vuelve al texto
                
                
                  
                
                
                
                 
                REFERENCIAS
                1
                  Gillespie, N. C., 1979. Charles Darwin and the
                    problem of Creation. The University of Chicago
                  Press, pág. 2. En griego, epistema
                  significa «entendimiento».
                  Aristóteles empleó alguna vez este
                  término para referirse a la ciencia por
                  excelencia. Volver al texto
                  2 Ibid., pág. 3. Volver al texto
                  3 Ibid., pág. 15. Volver al texto
                  4 Ibid., pág. 53. Volver al texto
                  5 Ibid., pág. 6. Volver al texto
                  6 Appleman, P., (ed.), 1970. Darwin—
                    a Norton critical edition. W.W. Norton Co., Inc.
                  págs. 632-633. Chesterton escribió en
                  alguna parte acerca del concepto de que Dios
                  haría que todo fuese para bien si sólo
                  el hombre era suficientemente malo. Volver
                    al texto
                  7 Ibid., pág. 633. Volver al texto
                  8 Wiener, P., 1969. Evolution and
                    the founders of pragmatism. Peter Smith
                  Publisher, pág. 78. Volver al
                    texto
                  9 Ibid., pág. 78. Volver al texto
                  10 Gillespie, N. C., op. cit.,
                  pág. 151. En otras palabras, creía
                  él en la evolución porque creía
                  en el positivismo, lo que, naturalmente, da por
                  supuesto cuál es el origen de la vida. Me
                  aventuraría a suponer que la actitud de LeConte
                  es típica de muchos actuales proponentes de la
                  evolución. Volver al texto
                  11 Conklin, E. G., 1943. Man Real
                    and Ideal, Scribner, pág. 147. Volver al texto
                  12 Huxley, L., (ed.), 1902. The
                    Life and Letters of Thomas Henry Huxley. Vol. I.
                  D. Appleton and Co., pág. 205. Volver
                    al texto
                  13 Dewey, J., 1951. The Influence
                    of Darwin on Philosophy. Peter Smith Co.,
                  pág. 13. Volver al texto
                  14 Macbeth, N., 1971. Darwin
                    Retried. Gambit Inc., pág. 126. Volver al texto
                  15 Nordenskiold, E., 1928. The
                    History of Biology. Tudor Publishing Co.,
                  pág. 572. Volver al texto
                  16 Ibid., pág. 506. Volver al texto
                  17 Moore, J. A., 1979. «Dealing
                  with controversy: a challenge to the
                  universities». The American Biology Teacher
                  41(9):544-547. Volver al texto
                  18 Weiner, P., op. cit.,
                  pág. 56. Volver al texto
                  19 Gillespie, N. C., op. cit.,
                  pág. 63. Volver al texto
                  20 Ritterbush, P. C., 1964. Overtures
                    of biology — the speculatons of eighteenth century
                    naturalists. Yale Univ. Press, págs. 1 y
                  156. Volver al texto
                  21 Nordenskiold, E. Op. cit.,
                  pág. 370. Volver al texto
                  22 Madden, E. H., (ed.) 1960. Theories
                    of scientific method: the renaissance through the
                    nineteenth century. University of Washington
                  Press, pág. 15. Volver al texto
                  23 Ibid., pág. 49. Volver al texto
                  24 Schwartz, G. y P. Bishop, 1958. The
                    Origins of Science. Basic Books, Inc.,
                  págs. 36-37. Volver al texto
                  25 Dellow, E. L., 1970. Methods
                    of Science. Universe Books, pág. 24. Volver al texto
                  26 Popper, K. R., 1962. Conjetures
                    and Refutations. Basic Books, Inc., págs.
                  36-37. Volver al texto
                  27 Popper, K. R., 1972. Objetive
                    Knowledge—An Evolutionary Approach. Oxford at
                  the Clarendon Press, pág. 265. Volver
                    al texto
                  28 Gillespie, N. C., op. cit.,
                  pág. 72. Volver al texto
                  29 Ibid., pág. 68. Volver al texto
                  30 Ibid., pág. 77. Volver al texto
                  31 Ibid., pág. 77. Volver al texto
                  32 Ibid., pág. 126. Volver al texto
                  33 Ibid., pág. 120. Volver al texto
                  34 Ibid., pág. 87. Volver al texto
                  35 Ibid., pág. 88. Volver al texto
                  36 Handler, P., 1980. «Public
                  Doubts about Science», Science,
                  208(4448):1093. Volver al texto
                  37 Trippett, F., 1977.
                  «Science: no longer a sacred cow». Time,
                  109(10):72-73. Volver al texto
                 
                 
                 
                
                
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